Jeka vive en una casa con bastante historia. Vive en la casa de su familia, en Desamparados, donde está ubicado su Estudio: La Cueva del Oso. Su lugar favorito para estar es cualquier lugar que pueda apropiar como su cuarto, podría ser el estudio, sin embargo, igual preferiría su cuarto.
La primera vez que Jeka fue a una marcha fue este 8M 2022.
“Nunca había ido a una marcha. Recordar la marcha me pone emocional. Quizás estaba evitando ver cosas de mí misma. Pero cuando llegué lo que sentí fue totalmente otra cosa, un alivio. Llegué con una amiga nos abrazamos y lloramos hasta que terminó. Mi trabajo es super dominado por hombres, siempre tengo esa energía masculina mu y presente. Nos falta tanto, tanto… Me duele confrontar ese aspecto, tenemos que hacer lo que mejor hacemos: expresarnos, presentarnos como nos queramos presentar.”
Jeka empezó a tener una idea más clara de lo que denomina como feminismo hasta un poco antes de empezar a maternar. Ahora entiende el feminismo como una forma de auto representarse sin prejuicios propios. Reconoce la importancia de no subestimarse, además, es consciente que está rompiendo con esquemas que no le hacían bien ni a ella ni a otras mujeres que la rodean. Lo más importante en su vida en este momento es poder sentir que está aprovechando el tiempo al máximo con sus seres queridos y con ella misma por el tiempo que esté “acá”.
Es una persona con una mirada muy expresiva, suele mirar hacia arriba cuando está pensando, como si las ideas bajaran de algún lado. Mientras conversa sus ojos están juguetones buscando sus pensamientos. Le gusta jugar con sus amigos músicos, “lo que llaman el jameo”. También se define como una niña de los 90`s que tuvo acceso a la tecnología y le gusta jugar video juegos con a su hijo, sobre todo “Mario”. Para ella la “familia es apoyo, regañar y luego contentarse. Es coexistir, aunque no estés de acuerdo con la otra persona. Y no necesariamente tiene que ser de sangre, se puede hacer también.”
Mientras conversamos estamos sentadas en su estudio, detrás de ella su computadora y todos sus “juguetes”. Su mirada está siempre al frente, no le da miedo hablar. Hace gestos muy expresivos con la boca mientras habla. Podría parecer que su boca va danzando o que está cantando, se mueve con suavidad de un lado a otro. Su posición siempre es relajada. Tiene el pelo largo, negro y un poco ondulado.
Ella llegó a la música por su papá que era un audiófilo, productor e ingeniero de sonido, audio y video. Fue él quien empezó el proyecto de la Cueva del Oso. El primer contacto con la tecnología fue también gracias a su papá. Jeka también se define como amante de la música, y del audio: “Lo que hago es jugar con música y audio y soy productora de audio. Me destaco más en la parte contributiva de composición, en ayudar a terminar los proyectos y darles forma. La parte de la composición es la que más me gusta.”
El sello personal de La Cueva del Oso es el sentido de comunidad que se puede encontrar en este espacio, además de la disposición a explorar y experimentar. La Cueva es un proyecto siempre en proceso. Ahora Jeka tiene un proyecto personal: MINDE, desde donde quiere seguir creciendo como artista. Por otro lado, está trabajando con una chica de México y quiere abrir relaciones internacionales con otras músicas y productoras para “amadrinarnos.” En la Cueva se han trabajado todo tipo de proyectos, aún así, hay un gusto especial por el Underground. Otro proyecto especial es el “Geek and Wine”, un espacio para que otras mujeres aprendan de producción mientras comparten en un espacio más íntimo. Inició hace 6 años y no hubo tanta apertura, pero cada vez la hay más. Para Jeka, las mujeres se intimidan más por la tecnología que los hombres.
“Muchas veces los chicos traen a sus chicas. Ellas se quedan esquineadas y ellos llegan directo a los instrumentos y agarran todo. (…) A las mujeres nos aíslan de las ciencias, de las matemáticas, de cualquier cosa que podamos considerar “compleja” (hace el gesto de entre comillas con sus dedos). Nos han redirigido a hacer cosas más maternales. Hay mucha pretensión masculina. Desde pequeñas se nos enseña que cualquier cosa que tenga que ver con tecnología no nos compete, o cosas como cambiar la llanta a un carro, o conocer el funcionamiento de un motor. ¡Pero no! ¡Metan mano, toquen perillas, botones!”.
En su experiencia profesional siendo mujer considera que la subestiman muchísimo. Se acuerpa mucho en el espacio que tiene, y cuenta que aún dentro de su propio espacio le quieren decir qué hacer o cómo. “Cuando me encuentro afuera uno ve la cantidad de chicos que hay y uno se puede sentir intimidado, y me han llegado a meter la mano en medio de mi trabajo. Pero creo que lo que uno puede hacer es tomar el espacio.”
También comparte su experiencia como música en el ejercicio de su maternidad. Tiene un hijo de 7 años, y cuando inicia su maternidad decide dedicarse por completo a su proyecto en la Cueva del Oso. La decisión ha sido un gran reto, sobre todo en pandemia. Ahora defiende su elección, y aunque hay momentos de duda, siempre regresa a trabjar en la única cosa que disfruta hacer en este momento.
“Todas tenemos derecho a sentirnos diferente cuando estamos maternando. Puede haber mucho adultocentrismo al trabajar con la música y tecnología, por ejemplo, gente que expresa: ¡-Ay que el chiquito no toque esto!”- (hace una simulación como imitando a otra persona que dijo esto) “Podríamos respetar más cuando alguien está maternando y cuando hay niños cerca. Y más bien hacerlos parte del proceso. Yo soy mamá soltera y en pandemia pues… ¿Dígame usted dónde pongo el chiquito cuando yo estoy trabajando si tiene que haber silencio y nadie me puede venir a pedir una galleta? Muchas veces he tenido que explicarle a mi hijo, y pedirle -Por favor ayúdame. Por eso es importante rodearse de gente que no cuestione que uno está con su hijo. Es un balance difícil, pero espero que papás y mamás estén buscando comunidades de ayuda y que comunitariamente tratemos de cuidar a estos chicos. Si sos una tía o una amiga también podés maternar desde la amistad y eso me parece importante reconocerlo.”
Texto y fotografía: Marcela Esquivel Jiménez
Entrevistada: Jessica Gamboa Gamboa